La Cruz de Enagüilla
La presencia de la cruz en el dintel de la Iglesia del antiguo convento de San Pedro Mártir, cuando se abren las puertas para que la cofradía inicie su anual estación de penitencia, y su marcha solemne y parsimoniosa por las calles de la villa, es signo y guía para los hermanos que realizan este acto de culto público. La cruz, símbolo de la salvación del pueblo cristiano, es una de las insignias más importante y de más hondo significado histórico y litúrgico de cuantas participan en los cortejos de nuestras cofradías. En la actualidad, abre la comitiva penitencial, de ahí la razón de su nombre “Cruz de guía”, predicando con su lenguaje mudo y simbólico las palabras de Cristo: “El que quiera venir en pos de mí tome su cruz y me siga.”
Aunque resulta paradójico, muchos de nuestros hermanos pensarán que la Cruz de guía es una de las insignias más antiguas que procesionan en las hermandades, nada mas lejos de la realidad, esta insignia tan característica hoy en día en todos los cortejos penitenciales de nuestro pueblo no aparecerá en Marchena hasta bien entrado el siglo XX, generalizándose su uso en las cofradías marcheneras a partir de la segunda mitad del pasado siglo, y en el caso de nuestra hermandad más concretamente en la década de los 50. Esta primigenia Cruz de Guía que salió por primera vez en el año 1954, fue realizada por N. H. Ángel Ocaña Jurado (q.e.p.d.), está ejecutada en madera lisa y teñida en color tabaco, con molduras a relieve en sus cantos o aristas, destacando el remate de los brazos laterales y superior en forma poligonal. En la actualidad preside, tras la imagen de la Virgen, el altar que cobija a María Santísima de las Angustias.
El Viernes Santo de 1977 se estrenaba una nueva Cruz de Guía, que había sido recibida por la hermandad durante el Quinario celebrado ese mismo año. Se trata de una cruz realizada en madera teñida de negro, con cantoneras, escudo de la hermandad a dos caras en la cruceta, de donde nacen cuatro grupo de rayos a modo de resplandor y abrazaderas todo ello confeccionado en metal plateado por los talleres de Viuda de Villarreal.
Procesionó hasta 1999, año en que fue sustituida por la actual, que ya desde 1990 formaba parte del cortejo abriendo el tramo de Virgen, tras el cuerpo de penitentes con cruces. Es del tipo llamada de “Cruz Alzada” o de “Enagüilla” que no hay que confundir, aunque tenga semejanzas, con la cruz parroquial o cruz de manguilla que se venía utilizando en el pasado siglo, hasta el Concilio Vaticano II; como señal de la presencia del clero parroquial y regular en la procesión, esta insignia la portaba ordinariamente un sacristán revestido de sotana, sobrepelliz o roquete.
Esta cruz se trata de una pieza fechable en el siglo XVIII, realizada en madera, aunque las cruces que se utilizan para ajuar litúrgico solían ser de metal, no obstante y debido en parte al ser mas económicas se realizaron bastantes durante ese siglo en este material, dorada con estructura de cruz latina, de brazos de sección rectangular plana, rematados estos por pináculos o perillas, y ráfagas simples en los ángulos del crucero.
Se alza sobre una base circular con peana cilíndrica y zona de perfil convexo, a modo de platillo de triple moldura donde descansa la cruz, un gollete cilíndrico lo une a una manzana o macolla decorada por gallones de donde arranca otro cuerpo cilíndrico que lo une al pie o vástago.
Su actual fisonomía no la alcanzó hasta 1995, tras la restauración y dorado llevada a cabo en el taller que fuera de Antonio Díaz Fernández, colocándosele, así mismo, una imagen de Cristo crucificado de 39 cm., realizada en terracota policromada, obra del imaginero Manuel Domínguez. Antes de ser recuperada por la hermandad esta cruz se encontraba en el camarín del retablo de la Virgen del Rosario, en no muy buen estado de conservación, faltándoles piezas y zonas de dorado, podemos deducir que perteneció, bien a la comunidad dominica que regentaba el convento, bien a la propia hermandad letifica de la Virgen del Rosario, basándonos principalmente en el uso generalizado que de esta pieza hacían en tiempos pasados este tipo de instituciones.
El conjunto se completa con vástago de madera en su color realizado por N. H. Manuel Delgado Utrera y con faldilla o enagüilla en terciopelo granate con escudo bordado recuperado de una antigua bolsa de demanda, rapacejos o flecos procedentes del manto de nuestra señora del Rosario y cordón con borlas, todo ello confeccionado por las hermanas en los talleres de la hermandad.
Las dimensiones de esta insignia son de 2,68 m. de alta y 0,64 m. de ancha.
Los cuatro faroles de alpaca plateada, cincelados y repujados, que acompañan a esta singular insignia, fueron diseñados y labrados por el taller de hijos de Juan Fernández en los años 1995 y 1999, se tratan de unos faroles de sección cuadrangular rematados por corona ducal y tamaño algo menor al habitual.
Además de abrir el cortejo penitencial, se usa en otras procesiones, tanto internas como externas de la Hdad. Es el caso del Sermón de las Siete Palabras, procesión de la Virgen del Rosario o el Rosario de la Aurora, en estas ocasiones acompañada por ciriales.
Archivo Hdad.
FERNANDO LUQUE RUIZ