Advocación a María Santísima de las Angustias

angustiasMuchas son las advocaciones y títulos con que la piedad popular ha querido llamar a través de los siglos a la Madre de Dios.

El arraigo de las cofradías pasionistas entre el pueblo ha tenido, como uno de sus efectos inmediatos, la proliferación de imágenes de la Madre dolorosa así como la difusión y creación de nuevas advocaciones, aceptándose incluso la adaptación de títulos claramente letíficos a imágenes dolorosas, surgiendo una mariología completa dentro del tema pasionista.

Trataremos aquí sobre la advocación mariana de “Angustias”, título de enorme difusión dentro de la iconografía pasionista mariana, pero, por otro lado, bastante controvertido en cuanto a su interpretación plástica.
Existen discrepancias entre los autores en torno al momento exacto en que se ha de representar la (s) Angustia (s) de la Virgen.

Algunos autores señalan el momento de mayor angustia de la Virgen, en la noche del Jueves al Viernes, en que daba comienzo la vía dolorosa de Jesús y la Pasión de su Madre. Otros entienden que realmente el momento mas angustioso de María fue cuando presenciaba la Crucifixión, y, finalmente, otros opinan que su momento mas amargo fue cuando le depositaron al Hijo muerto en sus brazos.

Será precisamente este momento -y consecuentemente esta interpretación iconográfica- y debido a la enorme devoción con que cuentan en nuestra región diversas imágenes con esta advocación que siguen el modelo de “la Piedad”, la que haya alcanzado mayor arraigo.

Este tema tan maternal y femenino, tiene su origen en la mística realista de hacia 1300, próxima y accesible a los fieles. El arte gótico germano-francés, al crear este modelo iconográfico, compendió todas las angustias de María en la contemplación del cuerpo difunto de Jesús durante el tiempo que lo tuvo en sus brazos.
Tras el descendimiento de la Cruz, los santos varones depositaron el cuerpo de Cristo sobre el regazo de su Madre. Momento patético, que en inevitable contraste, evoca al pequeño Jesús acunado entre sus brazos. María expone al hijo martirizado, requiriendo compasión y piedad en su angustia.

Según épocas, la Virgen junta sus manos adorando a la víctima pascual, o abraza al cadáver ensangrentado del Hijo, sirviéndole de sudario. A veces resbala hasta el suelo, imprimiendo un mayor dramatismo la actitud de la cabeza apoyada en las rodillas maternas y la laxitud cadavérica. Quieta como un bloque de dolor, sosteniendo eternamente en alto la muerte de Jesucristo, quedando así la Virgen convertida en ara perenne.

Otra controversia surge entre las advocaciones de Angustias y Dolores, entendiéndose en ocasiones como semejantes. Bien es verdad, que los términos angustias y dolores, pueden resultar equivalentes en determinados casos, circunstancia que dio pie a que buena parte del pueblo creyente entendiera ambas advocaciones análogas, debido, entre otras cosas, a la propagación de este mismo sentimiento por parte de numerosos predicadores.

Pero, a pesar de la proximidad de sus significados y al uso indiscriminado de uno u otro término como sinónimos, ya desde los primeros escritos sobre la “Pasión de la Virgen”, hemos de advertir que ambos vocablos, dentro del campo de estudios marianos no representan la misma significación, aunque, eso si, en ocasiones, acomodándonos a la costumbre, sea la interpretación plástica de ambas advocaciones muchas veces similar: aislada ya la imagen de María, sola, doliente; figura derivada de los antiguos calvarios y Piedad, de forma que el devoto sentimiento del pueblo puede considerar y meditar a sus anchas en la doliente angustia de la Virgen.

Archivo Hdad.
VICENTE HENARES PAQUE